sábado, 26 de junio de 2021

                       DIFERENCIAS ENTRE HORROR Y TERROR

Ambos términos hacen referencia al estado de pánico que sentimos cuando nos encontramos en distintas situaciones que las consideramos peligrosas para nuestra vida. Por ello, es importante resaltar las diferencias que existen en estos dos conceptos.

¿Qué es terror?

Proviene del latín (terror). Es el temblor que sienten las personas ante ciertas emociones. El terror es un miedo o pavor que se produce por medio de diferentes sucesos que se asocian a hechos reales. Esta sensación puede llegar a ser extrema, incontrolable, genera estados de pánico y angustia. En diversos casos puede llegar a dificultar la respiración, temblor del cuerpo, palidez, desesperación, paralización y muerte. El terror hace referencia al pánico ante un riesgo como: un terremoto, una guerra, una pandemia, un ataque, una persecución, una acción violenta, etc. Proviene del miedo desesperado cuando la situación se vuelve intensa, extrema e incontrolable.                                                           

¿Qué es horror?

Viene del latín (horrere), hace referencia a la sensación de erizar la piel cuando surge una situación determinada. Es el sentimiento de pánico extremo que generalmente surge ante situaciones inexplicables, extrañas, que causan rechazo, repulsión, paralización, aturdimiento, también frente a lo sobrenatural, casos de demonios, espectros y entidades paranormales. En el horror se manifiesta la percepción de lo incomprensible que nos desestabiliza y repugna. La persona suele manifestar sudoración excesiva palidez, temblores en el cuerpo, erizamiento en la piel, escalofríos, náuseas, desmayos.

Diferencias entre terror y horror

  • El terror es una emoción secundaria ya que proviene del miedo. El horror es un sentimiento que es producto del rechazo, la repulsión, y lo incomprensible. No precisamente algo que nos produce horror nos produce miedo, sino que puede originarnos rechazo y huida, pero no por miedo, sino por otras sensaciones desestabilizantes que frente al hecho, superan nuestra sensibilidad.
  • El terror está asociado a causas reales que presenta el universo conocido. El horror hace referencia a diferentes tipos de hechos que pueden ser reales o irreales, sobrenaturales o inexplicables, nos presenta circunstancias alejadas de lo que podemos soportar racionalmente y sobretodo del mundo que conocemos y aceptamos.
  • El terror es una categoría muy usada en el cine y la literatura. El horror es considerado una subcategoría del mismo. 

El Horror y el Terror a menudo se confunden entre sí, debido quizás a una armonía morfológica y, por qué no, a una sincronía acústica. Lo cierto es que Terror y Horror operan como sinónimos, sin embargo no lo son; tampoco no son lo mismo ni aluden a una misma sensación. Sentir terror y sentir horror es sentir dos cosas distintas.

En nuestra lengua se suele utilizar más la palabra "terror", por ejemplo, para designar a un estilo de relato o novela. Hay incontables relatos de terror pero pocos relatos de horror, al menos eso quieren hacernos creer los editores.

En otras lenguas se ha tomado el camino inverso, los relatos de horror abundan mientras que la palabra "terror" rara vez es asociada con la narrativa. Cuando leemos un relato de terror, por ejemplo, de H.P. Lovecraft, en realidad estamos leyendo un relato de horror.
Prestemos atención para descubrir cuales son las diferencias entre el Horror y el Terror.
En primer lugar, el Terror designa un miedo intenso, visceral, incontrolable; cuya causa es conocida y natural, mientras que el Horror es una sensación fuerte causada por algo espantoso, que no necesariamente provoca miedo, sino también aversión, rechazo y repulsión.
Para muchos estudiosos el Terror designa algo que asusta, pero que al mismo tiempo tiene causas racionales, es decir, que pertenece al orden natural de las cosas, aún cuando involucre la presencia de un asesino, una guerra, una matanza, o un genocidio. Es decir, el Terror se desprende por lo que el mundo natural puede producir, incluso en sus facetas más aberrantes. El Horror, en cambio, proviene de causas paranormales o inexplicables; implica entidades y criaturas alejadas del universo conocido. Aunque también lo produce la percepción de acciones retorcidas, terribles, crueles, que no comprendemos. (Ej. Jack el destripador).

Para ponerlo en otros términos, es lícito temerle a la muerte y horrorizarse por fantasmas.
El Horror ofrece un campo mucho más grande e inexplorado para el artista, ya que no hay límites para sus abominaciones. El Terror se circunscribe a lo que es, mientras que el Horror explora lo que podría ser o es desconcertante para nuestra razón. El Terror nos reconcilia con las posibilidades más funestas de la realidad, mientras que el Horror genera una ruptura con lo real o con lo admisible o natural.

Estas diferencias quedan mejor marcadas cuando investigamos el origen de ambas palabras.

Por ejemplo, la palabra Terror proviene del latín Terror; algo así como "miedo intenso". Ambas derivan de la raíz indoeuropea Tre, "temblor, estremecimiento". Si bien en lenguas como el inglés también se utiliza la palabra Terror -tomada del francés antiguo Terreur-, también hay que decir que en la Edad Media, y aún más allá, poseían términos que designaban lo mismo, como Broga y Egesa.

La palabra Horror fue igualmente adoptada por todos. Su origen está en el latín Horror, y designa una irrefrenable inquietud ante lo ominoso, ante lo cósmico, lo divino. Sus raíces están en el indoeuropeo Gher, "temblar, erizarse".

Horror es lo que se siente ante los dioses y los demonios, frente a la posibilidad de una grieta entre lo real y lo eterno, mientras que el Terror puede -y a menudo lo hace- adoptar la máscara banal de la violencia cotidiana.

    


 HORROR



TERROR















                               
                             EL CUENTO FANTÁSTICO


       ES EL RELATO QUE ENTRELAZA HECHOS REALES CON ELEMENTOS EXTRAÑOS ANTE LOS CUALES SE VACILA ENTRE UNA EXPLICACIÓN NATURAL O SOBRENATURAL.

CARACTERÍSTICAS:  EXISTE ENTONCES EN LA BASE DE TODO CUENTO FANTÁSTICO UN ELEMENTO PRIMORDIAL QUE ES LA VACILACIÓN ENTRE UNA EXPLICACIÓN NATURAL O UNA EXPLICACIÓN SOBRENATURAL DE LOS ACONTECIMIENTOS. LA INCERTIDUMBRE QUE CUNDE ENTRE LOS PERSONAJES Y EN EL LECTOR MISMO RESPECTO A LA FACTIBILIDAD DE LOS HECHOS, SITUADOS SÚBITAMENTE FRENTE A LO INEXPLICABLE, ES LO QUE OTORGA AL CUENTO FANTÁSTICO SU CARÁCTER DE TAL. LA INCREDULIDAD ABSOLUTA DEL HECHO ACAECIDO O LA FE ABSOLUTA EN ÉL, DEJARÍA DESVIRTUADA TODA EXPLICACIÓN FANTÁSTICA.

POSICIÓN DEL LECTOR- EL LECTOR SE CONVIERTE MUCHAS VECES EN UN PERSONAJE MÁS QUE, POSEÍDO POR LOS SENTIMIENTOS DE TEMOR O TERROR, ASISTE JUNTO A LOS DEMÁS PERSONAJES A LA RUPTURA DEL ORDEN ESTABLECIDO. ESTA IRRUPCIÓN DE LO INEXPLICABLE EN SU MUNDO COTIDIANO SÓLO SE JUSTIFICA POR LAS CARACTERÍSTICAS ESPECÍFICAS DE ESTE TIPO DE CUENTO.

 

 






















El cuento fantástico narra acciones cotidianas, comunes y naturales; pero en un momento determinado aparece algo sorprendente e inexplicable desde el punto de vista de las leyes de la naturaleza.

Aunque se basa en elementos de la realidad -por ejemplo, un misterio por resolver - presenta los hechos de una manera distinta al modo habitual de ver las cosas, de una manera asombrosa y, muchas veces, sobrenatural. Esta situación provoca desconcierto e inquietud en el lector.

El autor Italo Calvino nos dice que el «cuento fantástico» nace en Alemania como sueño con los ojos abiertos del idealismo filosófico, con la declarada intención de representar la realidad del mundo interior, subjetivo, de la mente, de la imaginación, dándole una dignidad igual o mayor que a la del mundo de la objetividad y de los sentidos. Por tanto,  también se presenta como cuento filosófico.


 



















El cuento fantástico es una narración literaria que consiste en contar historias que se alejan de la realidad, mezcla lo real con lo irreal. Por un lado los personajes muestran características creíbles e incluso el receptor puede identificarse con ellos, mientras que lo imaginario y fuera de lo común se manifiesta en las vivencias que les ocurren a los protagonistas.

OTRAS CARACTERÍSTICAS

Es un relato breve escrito en prosa.
– Debe tener una trama o argumento que de secuencia lógica a la historia.    – Posee elementos y circunstancias extraordinarias que desafían las leyes naturales o del mundo real.                                                                       – Los sucesos extraños les ocurren a personajes que por lo general poseen características reales.                                                                                – Este tipo de relato debe tener un ambiente verosímil por lo general, en el que los personajes lleven a cabo sus acciones. El escenario del relato puede combinar elementos reales y ficticios.                                                           – Para que tenga razón de ser debe existir un lector que crea, se involucre o sea cómplice momentáneamente de lo que ocurre en la narración.

ESTRUCTURA TRADICIONAL (QUE NO SIEMPRE PUEDE DARSE ASÍ EN ESTE ORDEN, O NO SIEMPRE ESTÁN TODAS estas partes PRESENTES. EL DESARROLLO (sí) ES IMPRESCINDIBLE EN TODO RELATO, SINO NO HAY CUENTO).

Inicio

Es la parte que da comienzo a la narración. En este apartado se dan a conocer los personajes y sus principales características, también se describe el ambiente donde se desarrollan las acciones, y en ocasiones se presenta la ubicación temporal (datos cronológicos). En el inicio se presentan las situaciones que conducen la historia hacia el nudo o conflicto.

Desarrollo

El desarrollo expone los conflictos o sucesos inesperados de la narración. En esta parte del cuento fantástico se produce un rompimiento de los hechos planteados en el inicio. Esta fase del relato es la más sustanciosa, esperada y atractiva porque constituye lo más relevante de la historia.

Final

En el final se refiere al término o desenlace de la historia. En esta parte se resuelven los problemas o conflictos que se originaron en el desarrollo. Por lo general, la culminación de la narración se caracteriza por el triunfo del bien sobre el mal o viceversa.

Elementos constitutivos de los cuentos

Personajes

Son los que realizan las acciones dentro del cuento fantástico y a quienes les sucede las situaciones extraordinarias. Los personajes pueden estar representados por seres humanos, entidades abstractas, animales, plantas u objetos. En las narraciones los participantes poseen características que los diferencian de los demás.

Ambiente

El ambiente está relacionado con el lugar donde se desenvuelven los personajes y tienen lugar los acontecimientos.

Tiempo

El tiempo guarda relación con la época o el año en que se desarrolla la historia. Además, hace referencia a la duración de los acontecimientos, si estos suceden en horas, en el día, en la noche, en semanas, meses o años.

Atmósfera

La atmósfera o clima psicológico está relacionada con la sensación y el “aire” que prevalece en las diferentes circunstancias de la narración. Lo anterior significa que la historia puede tener momentos de emoción, tristeza, angustia, misterio, soledad u otro estado emocional.

Trama

 La trama se refiere al conflicto que motiva el desarrollo de la narración. La trama es la que da paso al problema que deben enfrentar y resolver los personajes, es aquí donde se plantea la tensión y al poder atractivo de la historia. (Partiendo de acá es que deducimos los temas -asuntos o tópicos- que tratan los relatos o narraciones de todo tipo).



 TEXTO NARRATIVO- UNIDAD 2- "EL CORAZÓN DELATOR"-EDGAR ALLAN POE

Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar loco, entonces? Escuchen... y observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia. Me es imposible decir cómo aquella idea me entró en la cabeza por primera vez; pero, una vez concebida, me acosó noche y día. Yo no perseguía ningún propósito. Ni tampoco estaba colérico. Quería mucho al viejo. Jamás me había hecho nada malo. Jamás me insultó. Su dinero no me interesaba. Me parece que fue su ojo. ¡Sí, eso fue! Tenía un ojo semejante al de un buitre... Un ojo celeste, y velado por una tela. Cada vez que lo clavaba en mí se me helaba la sangre. Y así, poco a poco, muy gradualmente, me fui decidiendo a matar al viejo y librarme de aquel ojo para siempre. Presten atención ahora. Ustedes me toman por loco. Pero los locos no saben nada. En cambio... ¡si hubieran podido verme! ¡Si hubieran podido ver con qué habilidad procedí! ¡Con qué cuidado... con qué previsión... con qué disimulo me puse a la obra! Jamás fui más amable con el viejo que la semana antes de matarlo. Todas las noches, hacia las doce, hacía yo girar el picaporte de su puerta y la abría... ¡oh, tan suavemente! Y entonces, cuando la abertura era lo bastante grande para pasar la cabeza, levantaba una linterna sorda, cerrada, completamente cerrada, de manera que no se viera ninguna luz y tras ella pasaba la cabeza. ¡Oh, ustedes se hubieran reído al ver cuan astutamente pasaba la cabeza! La movía lentamente... muy, muy lentamente, a fin de no perturbar el sueño del viejo. Me llevaba una hora entera introducir completamente la cabeza por la abertura de la puerta, hasta verlo tendido en su cama. ¿Eh? ¿Es que un loco hubiera sido tan prudente como yo? Y entonces, cuando tenía la cabeza completamente dentro del cuarto, abría la linterna cautelosamente... ¡oh, tan cautelosamente! Sí, cautelosamente iba abriendo la linterna (pues crujían las bisagras), la iba abriendo lo suficiente para que un solo rayo de luz cayera sobre el ojo de buitre. Y esto lo hice durante siete largas noches... cada noche, a las doce... pero siempre encontré el ojo cerrado, y por eso me era imposible cumplir mi obra, porque no era el viejo quien me irritaba, sino el mal de ojo. Y por la mañana, apenas iniciado el día, entraba sin miedo en su habitación y le hablaba resueltamente, llamándole por su nombre con voz cordial y preguntándole cómo había pasado la noche. Ya ven ustedes que tendría que haber sido un viejo muy astuto para sospechar que todas las noches, justamente a las doce, iba yo a mirarle mientras dormía. Al llegar la octava noche, procedí con mayor cautela que de costumbre al abrir la puerta. El minutero de un reloj se mueve con más rapidez de lo que se movía mi mano. Jamás, antes de aquella noche, había sentido el alcance de mis facultades, de mi sagacidad. Apenas lograba contener mi impresión de triunfo. ¡Pensar que estaba ahí, abriendo poco a poco la puerta, y que él ni siquiera soñaba con mis secretas intenciones o pensamientos! Me reí entre dientes ante esta idea, y quizá me oyó, porque le sentí moverse repentinamente en la cama, como si se sobresaltara. Ustedes pensarán que me eché hacia atrás... pero no. Su cuarto estaba tan negro como la pez, ya que el viejo cerraba completamente las persianas por miedo a los ladrones; yo sabía que le era imposible distinguir la abertura de la puerta, y seguí empujando suavemente, suavemente. Había ya pasado la cabeza y me disponía a abrir la linterna, cuando mi pulgar resbaló en el cierre metálico y el viejo se enderezó en el lecho, gritando: —¿Quién está ahí? Permanecí inmóvil, sin decir palabra. Durante una hora entera no moví un solo músculo, y en todo ese tiempo no oí que volviera a tenderse en la cama. Seguía sentado, escuchando... tal como yo lo había hecho, noche tras noche, mientras escuchaba en la pared los taladros cuyo sonido anuncia la muerte. Oí de pronto un leve quejido, y supe que era el quejido que nace del terror. No expresaba dolor o pena... ¡oh, no! Era el ahogado sonido que brota del fondo del alma cuando el espanto la sobrecoge. Bien conocía yo ese sonido. Muchas noches, justamente a las doce, cuando el mundo entero dormía, surgió de mi pecho, ahondando con su espantoso eco los terrores que me enloquecían. Repito que lo conocía bien. Comprendí lo que estaba sintiendo el viejo y le tuve lástima, aunque me reía en el fondo de mi corazón. Comprendí que había estado despierto desde el primer leve ruido, cuando se movió en la cama. Había tratado de decirse que aquel ruido no era nada, pero sin conseguirlo. Pensaba: «No es más que el viento en la chimenea... o un grillo que chirrió una sola vez.» Sí, había tratado de darse ánimo con esas suposiciones, pero todo era en vano. Todo era en vano, porque la Muerte se había aproximado a él, deslizándose furtiva y envolvía a su víctima. Y la fúnebre influencia de aquella sombra imperceptible era la que le movía a sentir —aunque no podía verla ni oírla—, a sentir la presencia de mi cabeza dentro de la habitación. Después de haber esperado largo tiempo, con toda paciencia, sin oír que volviera a acostarse, resolví abrir una pequeña, una pequeñísima ranura en la linterna. Así lo hice — no pueden imaginarse ustedes con qué cuidado, con qué inmenso cuidado—, hasta que un fino rayo de luz, semejante al hilo de la araña, brotó de la ranura y cayó de lleno sobre el ojo de buitre. Estaba abierto, abierto de par en par... y yo empecé a enfurecerme mientras le miraba. Le vi con toda claridad, de un azul apagado y con aquella horrible tela que me helaba hasta el tuétano. Pero no podía ver nada de la cara o del cuerpo del viejo, pues, como movido por un instinto, había orientado el haz de luz exactamente hacia el punto maldito. ¿No les he dicho ya que lo que toman erradamente por locura es sólo una excesiva agudeza de los sentidos? En aquel momento llegó a mis oídos un resonar apagado y presuroso, como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Aquel sonido también me era familiar. Era el latir del corazón del viejo. Aumentó aún más mi furia, tal como el redoblar de un tambor estimula el coraje de un soldado. Pero, incluso entonces, me contuve y seguí callado. Apenas sí respiraba. Sostenía la linterna de modo que no se moviera, tratando de mantener con toda la firmeza posible el haz de luz sobre el ojo. Entretanto, el infernal latir del corazón iba en aumento. Se hacía cada vez más rápido, cada vez más fuerte, momento a momento. El espanto del viejo tenía que ser terrible. ¡Cada vez más fuerte, más fuerte! ¿Me siguen ustedes con atención? Les he dicho que soy nervioso. Sí, lo soy. Y ahora, a medianoche, en el terrible silencio de aquella antigua casa, un resonar tan extraño como aquél me llenó de un horror incontrolable. Sin embargo, me contuve todavía algunos minutos y permanecí inmóvil. ¡Pero el latido crecía cada vez más fuerte, más fuerte! Me pareció que aquel corazón iba a estallar. Y una nueva ansiedad se apoderó de mí... ¡Algún vecino podía escuchar aquel sonido! ¡La hora del viejo había sonado! Lanzando un alarido, abrí del todo la linterna y me precipité en la habitación. El viejo clamó una vez... nada más que una vez. Me bastó un segundo para arrojarle al suelo y echarle encima el pesado colchón. Sonreí alegremente al ver lo fácil que me había resultado todo. Pero, durante varios minutos, el corazón siguió latiendo con un sonido ahogado. Claro que no me preocupaba, pues nadie podría escucharlo a través de las paredes. Cesó, por fin, de latir. El viejo había muerto. Levanté el colchón y examiné el cadáver. Sí, estaba muerto, completamente muerto. Apoyé la mano sobre el corazón y la mantuve así largo tiempo. No se sentía el menor latido. El viejo estaba bien muerto. Su ojo no volvería a molestarme. Si ustedes continúan tomándome por loco dejarán de hacerlo cuando les describa las astutas precauciones que adopté para esconder el cadáver. La noche avanzaba, mientras yo cumplía mi trabajo con rapidez, pero en silencio. Ante todo descuarticé el cadáver. Le corté la cabeza, brazos y piernas. Levanté luego tres planchas del piso de la habitación y escondí los restos en el hueco. Volví a colocar los tablones con tanta habilidad que ningún ojo humano —ni siquiera el suyo— hubiera podido advertir la menor diferencia. No había nada que lavar... ninguna mancha... ningún rastro de sangre. Yo era demasiado precavido para eso. Una cuba había recogido todo... ¡ja, ja! Cuando hube terminado mi tarea eran las cuatro de la madrugada, pero seguía tan oscuro como a medianoche. En momentos en que se oían las campanadas de la hora, golpearon a la puerta de la calle. Acudí a abrir con toda tranquilidad, pues ¿qué podía temer ahora? Hallé a tres caballeros, que se presentaron muy civilmente como oficiales de policía. Durante la noche, un vecino había escuchado un alarido, por lo cual se sospechaba la posibilidad de algún atentado. Al recibir este informe en el puesto de policía, habían comisionado a los tres agentes para que registraran el lugar. Sonreí, pues... ¿que tenía que temer? Di la bienvenida a los oficiales y les expliqué que yo había lanzado aquel grito durante una pesadilla. Les hice saber que el viejo se había ausentado a la campaña. Llevé a los visitantes a recorrer la casa y los invité a que revisaran, a que revisaran bien. Finalmente, acabé conduciéndolos a la habitación del muerto. Les mostré sus caudales intactos y cómo cada cosa se hallaba en su lugar. En el entusiasmo de mis confidencias traje sillas a la habitación y pedí a los tres caballeros que descansaran allí de su fatiga, mientras yo mismo, con la audacia de mi perfecto triunfo, colocaba mi silla en el exacto punto bajo el cual reposaba el cadáver de mi víctima. Los oficiales se sentían satisfechos. Mis modales los habían convencido. Por mi parte, me hallaba perfectamente cómodo. Sentáronse y hablaron de cosas comunes, mientras yo les contestaba con animación. Mas, al cabo de un rato, empecé a notar que me ponía pálido y deseé que se marcharan. Me dolía la cabeza y creía percibir un zumbido en los oídos; pero los policías continuaban sentados y charlando. El zumbido se hizo más intenso; seguía resonando y era cada vez más intenso. Hablé en voz muy alta para librarme de esa sensación, pero continuaba lo mismo y se iba haciendo cada vez más clara... hasta que, al fin, me di cuenta de que aquel sonido no se producía dentro de mis oídos. Sin duda, debí de ponerme muy pálido, pero seguí hablando con creciente soltura y levantando mucho la voz. Empero, el sonido aumentaba... ¿y qué podía yo? Era un resonar apagado y presuroso..., un sonido como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Yo jadeaba, tratando de recobrar el aliento, y, sin embargo, los policías no habían oído nada. Hablé con mayor rapidez, con vehemencia, pero el sonido crecía continuamente. Me puse en pie y discutí sobre insignificancias en voz muy alta y con violentas gesticulaciones; pero el sonido crecía continuamente. ¿Por qué no se iban? Anduve de un lado a otro, a grandes pasos, como si las observaciones de aquellos hombres me enfurecieran; pero el sonido crecía continuamente. ¡Oh, Dios! ¿Qué podía hacer yo? Lancé espumarajos de rabia... maldije... juré... Balanceando la silla sobre la cual me había sentado, raspé con ella las tablas del piso, pero el sonido sobrepujaba todos los otros y crecía sin cesar. ¡Más alto... más alto... más alto! Y entretanto los hombres seguían charlando plácidamente y sonriendo. ¿Era posible que no oyeran? ¡Santo Dios! ¡No, no! ¡Claro que oían y que sospechaban! ¡Sabían... y se estaban burlando de mi horror! ¡Sí, así lo pensé y así lo pienso hoy! ¡Pero cualquier cosa era preferible a aquella agonía! ¡Cualquier cosa sería más tolerable que aquel escarnio! ¡No podía soportar más tiempo sus sonrisas hipócritas! ¡Sentí que tenía que gritar o morir, y entonces... otra vez... escuchen... más fuerte... más fuerte... más fuerte... más fuerte! —¡Basta ya de fingir, malvados! —aullé—. ¡Confieso que lo maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí... ahí! ¡Donde está latiendo su horrible corazón!.

                                              FIN

(Fue publicado por primera vez en el periódico literario The Pioneer en enero de 1843)

(Cuento traducido por el escritor argentino, Julio Cortázar)









                     

TEXTO LÍRICO-UNIDAD 2- (6to.año) ROMANTICISMO- AUTOR: EDGAR ALLAN POE


                                POEMA "SOLITARIO"- (ALONE)

                      

                      DESDE MI INFANCIA NO HE SIDO

                      LO QUE OTROS FUERON. NO HE VISTO

                      LO QUE OTROS VIERON. NI EXTRAER PUDE

                      DEL MANANTIAL COMÚN MIS PASIONES.

                      MI CONGOJA NO AFLORÓ

                      DE LA FUENTE UNIVERSAL. NI PUDE ABRIR

                      AL JÚBILO MI CORAZÓN

                      CON EL TONO QUE A TODOS HERMANA.

                      Y  TODO CUANTO AMÉ, AMADO A SOLAS FUE.

                     ASÍ, EN LA INFANCIA, EN EL DESPERTAR

                     DE MI BORRASCOSA VIDA,

                     EL MISTERIO QUE AÚN ME ENVUELVE,

                    FUE EMERGIENDO

           DE CADA CUMBRE DEL BIEN, DE CADA HONDURA DEL MAL:

                   DEL TORRENTE O LA FONTANA;

                     DEL MONTAÑOSO Y ROJO PEÑASCO;

                     DEL SOL QUE EN TORNO A MI RODABA

                     CON SU OTOÑAL, ÁUREO MATIZ;

                      DEL RELÁMPAGO EN LOS CIELOS 

                      CUANDO POR ELLOS VOLABA;

                     DEL ESTRUENDO Y LA TORMENTA;

                     DE AQUELLA NUBE QUE, AL MIRARLA

                     - AZUL Y AZUL TODO EL CIELO- ,

                       COBRÓ FORMA DEMONÍACA.    

                               ...--------............---------........               

    (Poema escrito en 1829, publicado después de su muerte en la revista norteamericana a “Scribner`s Monthly, 10 de septiembre de 1875, en la página 608 -Poe`s Helen Remembres-, o sea 26 años después de su muerte).

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